ABSTRACT

Barcelona, París, Londres. Buenos Aires, México DF, Santiago de Chile. Todas ciudades conocidas mundialmente; todas ciudades con su propia idiosincrasia que las hace como son. ¿O no? Cuando viajamos por el mundo en el siglo XXI, parece que son más las cosas que nos unen que las que nos separan. La globalización del inglés, de las marcas que llevamos, de la comida que consumimos, nos hace preguntarnos continuamente si nuestros viajes a diferentes ciudades realmente nos proporcionan una nueva experiencia. Por mucho carácter que tengan nuestras ciudades, los paisajes urbanos de hoy se parecen más que nunca. ¿Es verdad, entonces, que nuestras metropolis se están convirtiendo en espacios anónimos? Madrid, capital de España, hogar de miles de pequeños bares con su café con churros de sabor único, ya tiene sus “skinny latte” y “blueberry muffin”, sus multicines y “chill out lounges”. El turismo de las aerolíneas de bajo coste lleva a Madrid la misma gente que hace seis meses estuvo en Barcelona, y en ambos sitios toma el mismo frappuccino. Entonces, ¿en qué se diferencian sus experiencias? Concepción Castellanos, especialista en gestión de viajes en grupo, insiste en que no todos los turistas tienen una visión homogénea de las ciudades que visitan. “Cuando vienen a Madrid, saben que van a ver el Prado, ven que las calles son estrechas,” dice. “Cuando, durante su próxima visita a una ciudad europea, digamos París, ven la anchura de sus avenidas, que el Louvre no es el Prado, que no se toman cervezas en vasos pequeños sino vino tinto en vasos enormes, ya registran la diferencia.” Sin embargo, los turistas no son los únicos que crean el anonimato en nuestras ciudades. Mientras que en el centro de las grandes ciudades la arquitectura contribuye de una manera significativa al ambiente diferenciador, en los alrededores, gracias al auge en el sector inmobiliario, se construyen edificios y torres llenos de pisos que parecen atrapar a sus habitantes de la misma manera, estén en una ciudad u otra. Con el encarecimiento del suelo urbano, el apartamento de pocos metros está más cotizado que nunca. Ahora en 35 m2 caben dormitorio, cocina, baño y salón, y nuestros muebles suecos de autoconstrucción se ven tanto en Barcelona como en Bangkok. La arquitecta Lola Sánchez Carro está de acuerdo en que los edificios se parecen más con el paso del tiempo: “Mientras los grandes arquitectos como Gehry y Foster construyen puentes y museos de ensueño, el edificio funcional, el edificio de pisos urbano se diseña y se construye con la velocidad y el ahorro como los factores influyentes. Se están viendo torres de pisos en pueblos de la comunidad española de Castilla La Mancha que se parecen más a los edificios de Panamá capital que a los de la tierra de Don Quijote.” ¿Cuál será el futuro de las grandes urbes del mundo? ¿Se sembrará la semejanza, o se desarrollarán hacia la diferencia? Mucho depende de nosotros y la forma en que queramos que nuestros hijos vean el mundo.