ABSTRACT

Cuando nuestras sesiones de psicoterapia comenzaron de nuevo en septiembre, yo tenía a menudo en mente una imagen evolutiva impresionista de Teresa: una niña de preescolar y de primaria que vivía con el temor de expresar sus propias ideas, sus necesidades y lo que le gustaba o no le gustaba. Sentía una intensa preocupación por la seguridad psicológica de esta niña asustada e indefensa. Me centraba en mantenerme sintonizado con su soledad y experimentaba un sentimiento constante de compasión hacia ella, hacia la niña pequeña y triste. Con frecuencia, le hablaba de una manera tranquila para involucrar a esa niñita asustada y desesperada que una vez fue, para ayudarle a identificar y a hablar sobre sus sentimientos y sobre sus necesidades, y para ayudarle a entender de qué forma había otorgado sentido y significado a sus experiencias relacionales.