ABSTRACT

El estudio de la relación que existe entre el género natural y el lenguaje ha sido abordado desde diferentes disciplinas dentro de las ciencias sociales. El estudio del género dentro de la lingüística adquirió importancia en la década de 1960. Fue en esta época en la que varios académicos en las ciencias sociales se percataron de la necesidad de crear un área de estudio que se enfocara en la lengua y la vida cultural de los hablantes (Bucholtz y Hall 2008). Así, los estudios de género y lenguaje comenzaron a ser centrales en las investigaciones de expertos en las áreas de sociolingüística, variación y cambio lingüístico, análisis del discurso y sociología del lenguaje, entre otros. Muchos de estos estudios se llevaron a cabo dentro de una metodología cuantitativa (Romaine 2008). Esto se debió a que en esta misma época los estudios lingüísticos sufrieron un cambio decisivo. Antes de emplear una metodología cuantitativa, los estudios de lingüística se enfocaban en la variación regional. Específicamente estos estudios se enfocaban en documentar los elementos lingüísticos de un grupo reducido de hombres adultos en áreas rurales tradicionales (Coates 1993; Romaine 2008). Fue entonces cuando, en la década de 1960, los estudios del sociolingüista William Labov cambiaron el panorama al mostrar cómo resultaba mucho más significativo el centrarse en el fenómeno global de la inmigración hacia áreas urbanas (Romaine 2008). Particularmente el estudio de Labov (1966) en Nueva York muestra una metodología centrada en la selección de elementos lingüísticos cuantificables, como lo son las variables fonológicas. Labov demostró que existen formas lingüísticas con cierto estigma social, formas que no son parte del estándar y que se utilizan en estilos más informales, por hablantes de clase trabajadora y en su mayoría hombres (Romaine 2008). Así, dentro de los estudios sociolingüísticos labovianos, el género, el cual no debe considerarse como sinónimo del sexo biológico, ha sido considerado como una variable social predecible en la que, en términos generales, se observa un uso más frecuente de las formas estándares o elementos lingüísticos de prestigio en las mujeres de todas las clases sociales que en los hombres (Trudgill 1974; Labov 2001). Igualmente, un número significativo de estudios enfatiza que las mujeres tienden a reconocer de manera prominente los usos de las formas lingüísticas estándares cuando les preguntan sobre su uso (Coates 1993). Los hombres, por el contrario, tienden a subestimar el uso que ellos hacen de las formas estándares. Peter Trudgill explica que en términos generales las mujeres en las sociedades occidentales tienden a ser más conscientes de su estatus socioeconómico que los hombres, y por lo tanto son más cuidadosas sobre lo relevante del significado social de las variables lingüísticas que utilizan en su forma de hablar (1972, 1974). Trudgill ha propuesto como explicación el papel de la mujer en la sociedad, el cual ha sido tradicionalmente asociado con la crianza de los niños. Las mujeres han sido durante mucho tiempo las encargadas de transmitir la cultura y han sido más conscientes respecto a las formas lingüísticas de prestigio que ellas prefieren que sus hijos adquieran. Además, debido a que en la mayoría de las sociedades las mujeres han ocupado un lugar de menor jerarquía, su posición ha sido por lo tanto más insegura que la de los hombres. Esto ha obligado a las mujeres a señalar su estatus social por medio de la lengua y de otros medios (1972).