ABSTRACT

La última separata que me envió Ted Riley fue la de su conferencia, ‘Sepa que yo soy Jerónimo de Pasamonte’, pronunciada en la Biblioteca de Cataluña, en Barcelona, el 25 de noviembre de 1999, a la que correspondí con una carta de agradecimiento en la que me comprometía a mandarle materiales en relación con el tema de dicha conferencia. 1 A los pocos días recibí una carta de su esposa con la que me enteré de que Ted había fallecido. Los renglones que vienen a continuación no son, por lo tanto, sino los que pensaba enviarle a Ted, de haber seguido él entre nosotros, donde tanto nos hace falta y se le echa de menos. Da la casualidad (¿?) de que la conferencia de Ted, y por lo tanto los comentarios míos, versan precisamente sobre el término de la existencia y la dificultad de darle sentido a la vida de uno, mientras no esté acabada. El propio Ted, citando a Walter Benjamin, resumía la paradoja con estas palabras:

Es característico que no sólo los conocimientos o la sabiduría de un hombre, sino sobre todo su vida real—y ésta es la materia de la que se fabrican las historias—, llegan por primera vez a hacerse transmisibles en el momento de su muerte […] 2