ABSTRACT

Asumir por entero la condición de poeta tal vez consista en apostar firmemente por lo sagrado en que lo erótico se inscribe. Porque la palabra poética, en su búsqueda del origen, necesita abolir la distinción entre lo sacro y lo profano, recuperar ese punto anterior a la división al que tiende el lenguaje sexual, que reproduce la unidad de la primera pareja. De ahí que esa conquista de la unidad a partir del eros, dentro de una tradición occidental tan marcada por la escisión entre cuerpo y espíritu, se dé ante todo en la experiencia mística, que es básicamente una experiencia de la unidad, y dentro de ella, en la escritura de San Juan de la Cruz, cuyo erotismo integrador se produce en un contexto íntimamente religioso. El eros del verbo, su impulso de conocimiento incorporativo, vendría así a sumarse a la palabra como acto religioso que conduce al encuentro axial.