ABSTRACT

El teatro es un arte conflictual, cuya propia materia es la contradicción; es, además, arte tribunicio que se experimenta en comunidad, en el cual coinciden en el tiempo los momentos de producción y de consumo. Ello le otorga una posibilidad de privilegio: la de constituirse en espacio de negociación entre el Estado y la base de la sociedad, así como entre los diversos grupos y actores que componen un entramado social dado.1 El teatro cubano constituye así, a la vez, testimonio de su tiempo y agente de cambio; un objeto de sumo valor e interés para los estudiosos de las ciencias sociales.