ABSTRACT

Cuando en 1492 antonio de nebrija, en el Prólogo a su Gramática de la lengua castellana escribió que “siempre la lengua fue compañera del imperio”, posiblemente nunca imaginó el futuro de aquella lengua que él, por primera vez, acababa de “reducir en artificio gramatical”. Si hubiera imaginado el porvenir del castellano en el mundo nuevo que ese mismo año apareció a los ojos asombrados de los europeos, habría adaptado su famosa frase inspirada en Lorenzo Valla y hubiera escrito “las lenguas compañeras del imperio”. 1