ABSTRACT

El poner en boca de los personajes de una narración determinadas variedades diatópicas, diastráticas, diafásicas y diacrónicas que contrastan con la variedad fundamental empleada por el narrador es un buen método para resaltar sus tipos o figuras, es decir, para caracterizarlos lingüísticamente. El procedimiento adquiere una gran importancia, como se sabe, en la novela realista; y los estudios estilísticos lo han analizado más de una vez, sobre todo, en novelas modernas. En el Libro de Buen Amor este asunto no se ha estudiado monográficamente, aunque no faltan indicaciones. En el estudio de M. R. Lida sobre el estilo de Juan Ruiz —estudio todavía esencial, según Deyermond— se afirma que el gran valor del libro consiste en la elevación del lenguaje popular a categoría artística, patente sobre todo en los diálogos 1 . Al estudiar la apócope de la vocal en castellano antiguo, R. Lapesa señala que el Arcipreste emplea las formas consideradas ya populares e incluso vulgares en su época para caracterizar el habla rústica de las serranas 2 . En fin, en la edición del Libro de Buen Amor de J. Corominas existe un abundantísimo material, en la introducción y en las notas, que pone de manifiesto la extraordinaria diferenciación interna de la lengua de J. R. En este punto la edición de Corominas ha merecido el elogio de una crítica tan minuciosa y documentada como M. Morreale. Aunque algunos casos concretos se puedan discutir e incluso rebatir, no cabe duda de que Corominas ha enriquecido la visión histórica de la lengua del texto al destacar su polimorfirmo, 84recoger sus variedades coloquiales y admitir un gran número de vulgarismos, generalmente con el apoyo del manuscrito G. 3 .