ABSTRACT

Introducción

En el transcurso de los años 1450–1700, determinadas lenguas románicas cobraron cada vez más prestigio como lenguas de cultura, no solo en el ámbito literario sino también en el científico, en detrimento del latín, si bien este todavía tenía un firme arraigo en las universidades y en la iglesia y continuó la producción literaria en neolatín, sobre todo en el siglo XVI. En España y por razones esencialmente políticas, el castellano fue la variedad románica preferida como lengua de cultura. La relación entre castellano y latín era simbiótica, ya que se buscaban en el latín los recursos necesarios para la elaboración del vernáculo, como resultado del declarado afán humanístico de emular a la lengua del Imperio romano. Por eso vemos una interacción interesante entre factores políticos, lingüísticos y culturales en la evolución del castellano. Gran parte de los detalles lingüísticos de este proceso queda por investigar con la profundidad que merece, aunque se han identificado las líneas de trabajo más provechosas: la importancia de las tradiciones discursivas, el papel de la traducción, la elaboración de corpus lingüísticos capaces de apoyar esta labor analítica y una mejor comprensión de la fijación de préstamos y calcos.