ABSTRACT

Definida en principio como un campo de estudio autónomo que conecta el conocimiento sobre el lenguaje con la toma de decisiones prácticas en el mundo real (Simpson 2011), la lingüística aplicada constituye una disciplina bastante reciente en comparación con el estudio del lenguaje desde perspectivas flológicas o teóricas (véase p. ej., Munteanu 2013). En el caso concreto de la lingüística aplicada del español, su significativo desarrollo reciente podría venir motivado por una combinación de factores demográfcos, socioeconómicos, culturales y académicos. En primer lugar, en las últimas décadas se ha producido un sustancial crecimiento de la población hispanohablante en el mundo, con un número próximo a los quinientos millones actualmente (Fernández Vítores 2015). El español es el segundo idioma con mayor número de hablantes nativos tras el mandarín, pero mantiene un alto grado de homogeneidad lingüística, una sólida tradición cultural y literaria, y un estatus de lengua ofcial en 21 países (Moreno Fernández y Otero 2007). La labor investigadora y profesional de la lingüística aplicada no se ha limitado a los hablantes monolingües de español, sino que ha mostrado gran interés en analizar y ofrecer respuestas a las necesidades de individuos y comunidades multilingües o multiculturales que usan el español en diversos contextos sociales. El peso demográfco del idioma español ha supuesto una mayor importancia de las llamadas “industrias de la lengua”, es decir, actividades económicas directamente vinculadas al uso del español como, por ejemplo, los servicios de traducción e interpretación, las nuevas tecnologías para la comunicación o la información, el trabajo editorial y publicitario y, sobre todo, la enseñanza del español como lengua segunda o extranjera. La demanda de personal cualifcado en estos u otros ámbitos laborales ha provocado a su vez una notable oferta de programas o cursos a nivel universitario con docentes que cuentan no sólo con una sólida formación teórica en lingüística, sino también conocimiento práctico sobre diversas áreas profesionales relacionadas con la lengua española. Por último, el mismo campo de la lingüística general ha concedido en los últimos años una mayor importancia al estudio de los hechos lingüísticos “reales”, en parte a causa de la propia evolución interna de la disciplina: “después de una fase de crecimiento hacia la abstracción y la conceptualización, viene la fase realista de atención a los fenómenos naturales” (Fernández Pérez 1999: 243).