ABSTRACT

La voz de la mujer en el teléfono era brusca. Se apresuró a contar que había sido referida por un colega porque estaba “deprimida a causa de las dificultades que tenía en la relación” con su amante y que estaba buscando un psicoterapeuta nuevo. Antes de que yo tuviera la oportunidad de preguntarle su nombre, me dijo que había visto con anterioridad a cuatro psicoterapeutas. Gritó: “¡Ninguno de ellos era bueno! ¡No me entendieron!”. Continuó explicándome por qué la terapia no había sido beneficiosa para ella. Traté de frenar la avalancha de información preguntándole su nombre y la razón de su llamada. Ella parecía sentir urgencia por contarme más acerca del “frío psicoanalista” con quien había trabajado durante “dos largos años” y de otras dos psicoterapeutas femeninas que siempre la criticaban y querían que cambiase su comportamiento. Me pregunté si ella estaba comunicándome inconscientemente las cualidades relacionales que necesitaba en un psicoterapeuta.