ABSTRACT

Insert the missing accents in this extract taken from Julio Llamazares, Las lágrimas de San Lorenzo (Madrid: Alfaguara, 2013)

Era una noche muy calurosa. El trasbordador de Ibiza habia zarpado de Denia con las ultimas luces del atardecer y de inmediato cayo la noche, todavia a la vista de la Peninsula. Pero pronto tambien esa desaparecio detras y la noche se apodero del barco, que navegaba en medio de la oscuridad. […]

Con veintidos años recien cumplidos y sin haber salido apenas de Bilbao, aquella noche era la primera vez en la que de verdad sentia el olor de la libertad. Lo que hasta entonces conocia de esta, como la mayoria de mis compañeros, eran aproximaciones: reflejos palidos y fugaces de lo que imaginabamos habia de ser: perdidas tardes de cafe y humo en la cafeteria de la universidad, incursiones semanales en el laberinto de la parte vieja, donde reinaban los independistas, excursiones de verano a las playas de Santurce o de Bermeo […], encuentros sentimentales en casa de algun amigo cuya familia estuviera fuera o en la parte de atras del coche que nuestros padres nos habian prestado, con o sin su consentimiento. Eso era lo que yo sabia de una palabra que repetia continuamente: la libertad.

Pero ahora la sentia, la palpaba. […] Yo nunca pude borrar aquella noche (de mi cabeza). Aunque viviria otras muchas tan brillantes como esa, incluso mas espectaculares, nunca he olvidado la noche en la que conoci a la vez el mar abierto y la libertad. Tumbado en la cubierta de aquel ferry, mientras las olas batian el barco y mis pensamientos, iba absorto mirando las estrellas que parecian cubrirlo todo, incluido mi corazon. […]

Tras diversas maniobras, el ferry atraco en el puerto y los viajeros bajamos a tierra firme, bastantes de ellos, como yo, sin saber adonde dirigirnos. Se notaba que era la primera vez que llegabamos a la isla y que nadie nos esperaba en ella. Pero a mi aquello, lejos de preocuparme, me hacia sentir feliz, pues era libre para decidir mi vida. Libre por primera vez, pese a lo que antes creyera. Asi que cogi mi bolsa, me la eche al hombro y comence a caminar sin rumbo, pero sospechando ya que tardaria en volver.