ABSTRACT

Con Catalina de Erauso se demuestra la artificialidad de la construcción genérica que a lo largo de la historia se ha hecho del hombre y de la mujer. Joan Wallach Scott en Gender and the Politics of History explica cómo el concepto de género ha determinado las relaciones sociales entre los sexos, ha definido la idea contemporánea del hombre y de la mujer y ha establecido la “naturaleza,” el comportamiento y la función de los individuos en la sociedad: “Gender becomes a way of denoting ‘cultural construction,’ the entirely social creation of ideas about appropiate roles for women and men. [. . .] Gender is, in this definition, a social category imposed on a sexed body (32). Judith Butler amplia el concepto de “género” en Gender Trouble y lo liga a la idea de performance (“puesta en escena”). Para ella el “género” se ha construido, y se construye, a través de la imitación y la repetición mecánica del comportamiento, del discurso y de la sexualidad establecidos por la cultura heterosexual y patriarcal. El hecho de que haya sido algo impuesto y, por consiguiente, artificial es lo que hace factible su imitación y, por tanto, transgresión:

In what senses [. . .] is gender an act? As in other ritual social dramas, the action of gender requires a performance that is repeated. This repetition is at once a reenactment and reexperiencing of a set of meanings already socially established; and it is the mundane and ritualized form of their legitimation.

(Butler 140–41) La sociedad del siglo XVII entendió a Catalina de Erauso partiendo de unos principios médicos y teológicos sobre el sexo biológico y la sexualidad que durante siglos habían estado informando a la sociedad española (y occidental). El Examen de ingenios para las ciencias (1575) de Juan Huarte de San Juan (¿1529?–1588) fue un trabajo que no pasó desapercibido durante los siglos XVI y XVII. Este estudio médico se publicó en 1575 y para 1581 ya se habían realizado tres ediciones (Belarde Lombraña 451). 1 En su trabajo Huarte de San Juan expone la teoría de un único sexo y de la mutabilidad de éste según la temperatura de los humores que participan en su formación. Según el médico navarro, hombres y mujeres tenían los mismos órganos reproductivos y se diferenciaban sólo en la ubicación de estos en el cuerpo. El cambio de temperatura de los humores del cuerpo afectaba la formación de los genitales y determinaba el comportamiento masculino o femenino de la persona. De esta forma, una mujer que hubiera nacido con un nivel bajo de frialdad y humedad sería más inteligente pero también más agresiva y contestataria y poseería rasgos físicos característicos del hombre, como por ejemplo, vello facial, musculatura y mayor fortaleza física. Esta alteración también se podía producir a la inversa y afectar a la masculinidad del hombre. De igual manera, basándose en esta teoría también se pudo explicar el cuerpo híbrido del hermafrodita y el deseo sexual del homosexual, siendo, también, en estos casos, el cambio de temperatura en el útero, lo que impidió que el desarrollo de los genitales siguiera su curso normal. Partiendo de este razonamiento, la mujer atraída al mismo sexo había estado destinada a ser hombre en su gestación, pero un cambio de temperatura de los humores propició la alteración de sus genitales antes de nacer (Merrim 14–17; Maclean 31). La descripción que Pedro del Valle hace de Catalina de Erauso es un ejemplo de cómo se entendían los sexos en aquella época: “De rostro no es fea, pero no es hermosa [. . .] Los cabellos son negros i cortos como de hombre . .. en efecto parece más capón, que mujer [. . .] Sólo en las manos se la puede conocer que es muger, porque las tiene abultadas y carnosas, i robustas i fuertes, bien que las mueve algo como muger” (Rima de Vallbona 128).